DIARIO EL TIEMPO DE QUITO
29 DE AGOSTO DE 1979
Espejo del Ecuador
LA VOZ DEL PUEBLO
Javier Simancas C.
El hombre de la calle, los grupos organizados en federaciones, sindicatos, cooperativas, por fin tendrán la oportunidad frente a frente de dialogar con el Presidente de la República, sin los engorrosos trámites de pedir audiencia y esperar largos días, semanas e incluso meses para exponer las necesidades, las angustias de sus representados.
En el hombre de la calle, esa esperanza siempre fue fallida. Pero ahora, al parecer, eso podría cambiar. Ese hombre siempre ha querido estar cerca del gobernante, exponerle sus problemas, quejarse de la injusticia, de los atropellos que sufre por parte de unos más poderosos, incluso de su jefe de oficina; quejarse del hambre que sufren sus hijos. En otros casos lo que quiere es estar con el gobernante para después vanagloriarse ante sus amigos y vecinos de que el Presidente le ha estrechado la mano y si es posible, tener un testimonio de este hecho, para colgarlo en el mejor sitio de su vivienda.
El nuevo gobernante tendrá la oportunidad de conocer a la gente en su esencia, en su real sinceridad, durante los días miércoles de cada semana. Abrir las puertas del Palacio de Gobierno a todos los hombres y mujeres de la República, sin duda, rompe la tradición de los Presidentes Constitucionales y de los jefes de Estado, que siempre han estado encerrados en una especie de burbuja, sin tener tiempo para pulsar el sentir nacional.
No serán grandes las cosas que pidan, son esas pequeñas comunes y corrientes que tienen los lejanos pueblos de nuestra geografía, en donde saben de que alguien existe en Quito, que puede solucionarle sus problemas, pero que lo ven tan inalcanzable, tan lejano, que muerden su angustia y su despecho y aguantan los males de esos pequeños tiranuelos que ejercen, funciones directivas.
No cabe duda que el Presidente recibirá pedidos de toda naturaleza; quejas de las injusticias del Teniente Político asociado a los hacendados del lugar; quejas del maestro rural que abandonó su escuela; quejas de que los sembríos se secan por falta de lluvia; de la falta de una carretera, de un puente, de un local escolar, de más ayuda de las sucursales del banco de Fomento, en fin el clamor permanente de los sectores abandonados de todo el país.
En este peregrinaje de esperanza, el Presidente no estará libre de escuchar la súplica del desocupado, del mal pagado, del intrigante, del denunciador, del que se siente siempre marginado. Habrán quejas de lo que es la vida del campo, de la ciudad, de los que viven en tugurios, en covachas. Habrá quien le reclame que devuelva el favor de su voto con alguna colocación.
Es así nuestro pueblo y la oportunidad que les brinda no la desaprovechará. Todos quieren justicia, trabajo, solidaridad, menos desprecio, más atención. Esto que pedirán no consta en el programa gubernamental, son las cosas triviales de la vida, pero para ese pueblo, las más importantes y necesarias.
Los diálogos con el pueblo son la esencia del sentir popular y también son la base de todo buen gobierno.