Por Patricio Orcés Salvador
La grandeza de la vida humana es tan inconmensurable, pues no tiene limitaciones, pues puede hacerse presente en cada uno de los actos que se desarrollan, desde la misma concepción, su nacimiento, posterior crecimiento y su realización plena, ya en las etapas de la madurez, cuando se alcanzan y se cumplen aquellas expectativas de vida que han ido manifestándose con logros y realizaciones.
La grandeza de la vida humana se caracteriza por cuanto podemos como personas ofrecer a nuestra sociedad, cuando aportamos con nuestros conocimientos en una función pública o privada o si nos hemos dedicado a la docencia y en la forma como hemos dirigido nuestra familia, educando a nuestros hijos y nietos, en la medida en que hemos podido transmitirles valores y principios de vida que sean de utilidad en su quehacer individual, pretendiendo siempre que se demuestre en el accionar de sus vidas un comportamiento honesto y de muestras de un servicio en beneficio de la colectividad.
Se dice que el verdadero valor y grandeza de una persona está en su compasión, bondad y amor y que se considera valiosa a una persona siempre que desea lo mejor para los demás y actúa en consecuencia; se la conoce por lo tanto por sus actos y sus palabras.
¿Cómo entender entonces lo qué sucede actualmente en nuestras sociedades?, donde se advierte una carencia de altruismo, de servicio a la colectividad, cuando las personas actúan sólo en beneficio de sus propios intereses y que sin el menor resquicio de pudor y honorabilidad, se prestan para todo tipo de componendas, se negocian designaciones de autoridades, jueces y otras dignidades a través del tráfico de influencias, según denuncias que han salido recientemente. Entonces, ¿en dónde está esa grandeza de la vida humana?, ¿a qué ha sido reducida?
Deberíamos sentirnos orgullosos de la grandeza de la vida humana, cuando recordamos a nuestros próceres que ofrendaron su vida para buscar la libertad de la patria y de sus ciudadanos y nos ufanamos de creer que estamos siguiendo esos derroteros, pero no es así, estamos viendo en el día a día esa alteración de los valores humanos, cuando proliferan los negociados en las contrataciones públicas, se sustraen armas y municiones de los propios destacamentos policiales, que son los lugares de custodia y de protección de la seguridad pública. ¿Qué pasa entonces? ¿A qué estamos abocados?
Es necesario que meditemos profundamente y analicemos a ¿qué obedecen estos comportamientos? ¿Qué está fallando en nuestras sociedades? Seguramente contestaríamos que el mal proviene de la misma formación en las familias, la educación en los centros educativos; se ha perdido esa formación en valores, esa educación con el ejemplo. Debe haber una total reestructuración de las sociedades, volverse a replantearse aquellos principios que fueron base de la formación de las generaciones anteriores, donde primaba el ejemplo, se hacía lo que se predicaba y el componente de la honestidad y del comportamiento correcto era lo esencial en la formación. Costaba trabajo delinquir, había el rechazo unánime de los propios padres, la familia y la sociedad, si por un acaso algún desliz o mal comportamiento por ahí aparecía.
Cómo es posible que una correcta y honesta designación del nuevo Contralor de la República, que ha recaído en el Dr. Mauricio Torres, docente de la Facultad de Ciencias Administrativas de la Universidad Central del Ecuador, se trate de impugnar y opacar por no se sabe que oscuros intereses, cuando se ha demostrado públicamente haber sido un concurso desarrollado con absoluta nitidez y que quienes conocemos y hemos trabajado con Mauricio Torres sabemos de su impoluta honorabilidad y su competencia sin lugar a ninguna duda, pues con el ejemplo en el cumplimiento de sus actividades profesionales y en la docencia, así lo ha demostrado. Esperamos toda la ciudadanía que su posesión se realice sin ninguna demora y comience ya a desarrollar un fecundo trabajo.
Con mucha razón dijo Enrique Lacordaire (francés): “La sociedad no es más que el desarrollo de la familia; si el hombre sale corrompido de la familia, corrompido entrará en la sociedad”.