Por Hernán Patricio Orcés Salvador
La vida en general suele presentarse con altibajos, es decir momentos de felicidad y de gran bonanza y otros de amarguras y sinsabores y a veces de necesidades, pero precisamente las fortalezas que existen en nuestro ser más íntimo permitirá que aprovechemos y disfrutemos esos momentos buenos y que también podamos sortear y sobrellevar aquellos que nos resulten dolorosos y tristes.
Se ve y se observa en el diario devenir del tiempo, cómo la mayoría de nosotros nos esmeramos en nuestra vida en progresar y en esforzamos asiduamente por conseguir una vivienda propia, un carro propio, preocuparnos de la educación de nuestros hijos y disfrutar si las circunstancias nos permiten, incluso de viajes de satisfacción y de regocijo, pero al alzar nuestra vista y mirar el horizonte, vemos que la vida ha pasado aceleradamente y que nos vamos acercando al ocaso, sin haberlo previsto siquiera ni un solo momento.
Todo lo material que hemos logrado conseguir ilumina nuestro entendimiento y nuestra satisfacción de haber hecho algo positivo en la vida, pero vemos también que eso no ha sido lo más importante, pues nos damos cuenta que tiene más relevancia nuestra satisfacción espiritual de disfrutar cada momento de nuestra vida, compartiendo el día a día con nuestra familia, como esposa, hijos, nietos, hermanos y por supuesto los buenos amigos que siempre estarán junto a nosotros en las buenas y en las malas.
Resulta muy triste en las familias cuando algún ser querido se va de este mundo y aflige enormemente a su entorno y se ve el enorme sufrimiento que ello ocasiona y aquello nos hace pensar mucho sobre la transitoriedad de la vida y el hecho cierto de que sólo Dios sabe lo que nos tiene deparado; nos conmueve terriblemente esos sufrimientos y tratamos de hacer algo por manifestarnos con nuestros sentimientos de amor y de solidaridad para quienes estén sufriendo esos tristes acontecimientos.
Las vicisitudes de la vida se entienden como una alternancia de eventos positivos y negativos a lo largo del tiempo, siendo hechos o sucesos que pueden generar diferentes consideraciones o evaluaciones. Lo mejor sería pensar que nuestra condición humana debe estar predispuesta a recorrer este sendero de disfrutar lo bueno que se presente y afrontar con dignidad y altivez hechos que resulten desagradables.
Alguien decía: “El corazón no muere cuando deja de latir. El corazón muere cuando los latidos dejan de tener sentido”.