Por Fernando Borja gallegos
18 de octubre de 2018
El próximo 26 de octubre de 2018, se cumplen 20 años del Acuerdo de Paz, Acuerdo firmado por los Presidentes Yamil Mahuad y Alberto Fujimori, de Ecuador y Perú, respectivamente. Mandatarios ampliamente cuestionados por el desempeño de sus altos cargos.
Como consta en mi libro, tercera edición, publicado en el año 2011 y cuyo título es “AQUÍ EXISTIO UN PAIS: SU NOBLE PUEBLO NO PUDO CONTRA LA CORRUPCION”, la paz con el Perú debe mantenerse, no se trata de hablar de reivindicaciones, no se debe hipotecar al país por el pasado. No se debe permitir hablar de reivindicaciones, pero es esencial que la conciencia nacional tenga claro el nombre de los responsables de la impúdica actitud de los rectores de la vida nacional, que a su turno saquearon las arcas fiscales y permitieron claudicaciones vergonzosas y el debilitamiento sistemático de la fuerza pública.
Las Fuerzas Armadas y en especial el Ejército, cuyos integrantes se forman dentro del campo del honor, proporcionaron a la República del Ecuador el reconocido triunfo en El Cenepa.
El triunfo en El Cenepa constituyó el antecedente que impidió que, nuevamente, se atente contra la soberanía e integridad nacionales.
La unión entre el pueblo civil y el pueblo militar impidieron que se repitan hechos como los de 1941-1942 y 1981, en que fuerzas peruanas tomaron posesión de parte del territorio nacional ecuatoriano.
El referido Acuerdo de Paz entre Ecuador y Perú, puso fin al largo y tedioso conflicto limítrofe que tuvo lugar desde el inicio mismo de la República, es decir, desde el 13 de mayo de 1830.
En el actual preciso momento, extraños elementos conspiran contra las instituciones de la Patria: soterrados ataques dirigidos a debilitar la unidad y prestigio de las Fuerzas Armadas, múltiples declaraciones pomposas de reducir los gastos de la defensa, mientras tanto, se festinan los fondos públicos, y se reparten dineros del erario nacional, entre delincuentes que gozan de impunidad.
Como sostuvo el señor Paúl Lambert, Embajador de los Estados Unidos en Quito, en 1991, “la corrupción no es inofensiva y no puede ser tomado como un vestigio curioso y benigno del subdesarrollo. Cuesta la inversión, cuesta el prestigio nacional. Destruye los fundamentos de la sociedad”.
Se infiere de lo expuesto, que es indispensable dotar a las Fuerzas Armadas de los recursos indispensables a fin de que sigan cumpliendo con el deber que les impone la Constitución y la Ley. Afirmar su prestigio y exigir la sanción de quienes pretenden desprestigiarlas por acciones u omisiones