Por Hernán Patricio Orcés Salvador
Se refiere al hecho cierto de que cada ser humano es algo particular, tiene sus propias características, su personalidad, su carácter, su forma de vestir, de hablar, de reírse, en fin todo un cúmulo de una identificación peculiar y única. Se puede decir que no existen dos seres iguales, incluso no pueden tener las mismas huellas digitales y por lo tanto, sea desde el punto de vista biológico, como el de su propia y particular forma de actuar tiene sus características que le son intrínsecas y únicas.
La neurociencia ha demostrado que los humanos somos diferentes a otros animales. Tenemos lenguaje, sistemas de memoria avanzada, imaginación, habilidades creativas, inteligencia, conciencia o la habilidad de evaluar acciones futuras y cultura y lo más característico en la mayoría de los casos una espiritualidad muy acendrada, que nos permite concientizar y percibir la existencia de un Ser Supremo que nos guía y que nos conduce.
Para algunos filósofos el aspecto fundamental del ser humano y una de sus características más importantes es la conciencia de sí mismo. El hecho de poseer autoconciencia es lo que nos hace personas, lo que nos permite percatarnos de nuestra propia existencia, así como la de los demás y la del mundo.
En este orden de cosas, podríamos pensar entonces que con mayor razón entre los esposos siempre van a existir diferencias, es decir cada uno va a tener sus propias peculiaridades y por lo mismo es muy difícil pensar en lo que se quiere o se pretende a veces tratar de cambiar a las personas y hacerlas diferentes y por eso el dicho popular de que “genio y figura hasta la sepultura”.
Estas diferencias también se advierten muy notoriamente en los hijos y nietos, pues cada uno tiene sus diferencias y sus propias particularidades de actuar y de comportarse y por lo tanto como padres o abuelos lo que debemos hacer es tratar de comprenderlos y aceptarlos a cada uno de ellos tal cómo son, con su propias peculiaridades y siempre procurando aconsejarles y guiarlos de la mejor manera.
Creo que por lo tanto es importante saber respetar y aceptar lo que cada persona es en su propia y peculiar manera de actuar y procurar ser comprensivos y demostrar siempre nuestro profundo amor y el deseo de que siempre esa persona pueda seguir adelante en su vida, como cada uno de nosotros también, cada uno con sus propias virtudes y sus defectos, lo cual es connatural con cada persona.
También se produce esta situación de respetar y aceptar las peculiaridades de cada persona, en cuanto se refiere a los jefes, los colaboradores, los vecinos, los amigos, la gente que nos circunda, pues cada uno de ellos tendrá sus propias maneras de actuar y de comportarse y si queremos mantener esa relación de amistad en alto grado debemos aceptarles tal cual como son e igual ellos a nosotros.
El mundo actual con tantas dificultades ha colmado la paciencia de las personas, ha producido gran irritabilidad, ha cambiado el comportamiento cortés y agradable que existía antes; se ve y se observa como la gente trata de atropellar a sus semejantes, no existe ninguna consideración para nadie. Todos estamos sumidos en nuestra propia supervivencia y nos olvidamos de ofrecer el brazo fraterno, pues nuestro espíritu de solidaridad ha disminuido notablemente. Debemos tratar de volver a aquellos tiempos en que disfrutábamos tanto con la familia, como con los amigos, existía tanta amabilidad, cortesía y mucha generosidad para ofrecer un plato de comida, una bebida. Ojalá podamos recobrar y recuperar esos bellos momentos.
Este escritor italiano de nombre José A. Pallavicini dijo: “El problema con los seres humanos es que estos siempre están compitiendo con los demás, intentando demostrar quién es el mejor, y se han olvidado que estamos aquí para compartir, no para competir”.