Por Fernando Borja Gallegos
22 de junio de 2018
Nada más grato que comentar respecto de las Revoluciones ecuatorianas que, al rememorarlas, reconfortan y elevan el espíritu:
6 de marzo de 1845
5 de junio de 1895
9 de julio de 1925
La Revolución Marcista de 6 de marzo de 1845: el 13 de mayo de 1830, la sociedad quiteña o ecuatoriana, formó por si sola Estado. Entregó el poder supremo al General Juan José Flores, venezolano por nacimiento, quien convocó a elecciones para integrar una Asamblea Constituyente. Se reunió aquella el 14 de agosto. El 11 de septiembre aprobó la primera Carta Política y nombró Presidente de la República al titular de la dictadura, para el período de cuatro años, 1830 a 1834. Este militar, por su falta de educación moral e intelectual, impidió la organización eficaz del Estado Ecuatoriano. El inmoral manejo de los fondos públicos y los excesos de militares extranjeros, dieron lugar a una violenta oposición. En el año de 1833 circuló un periódico “El Quiteño Libre”, en cuyas páginas se consignaban críticas al General Flores. Al poco tiempo, la mayoría de ellos fueron asesinados, entre otros, el coronel Francisco Hall, cuyo cadáver apareció colgado en un poste de la plaza de San Francisco. Flores asumió facultades extraordinarias hasta el 10 de septiembre de 1834, en que una Junta popular entregó la Jefatura del Estado a Don Vicente Rocafuerte, quien convocó a elecciones para una nueva convención, la que reunida expidió la Carta Política de 1835 y designó Presidente Constitucional a Rocafuerte, para el periodo de 1835 a 1839. Al finalizar su mandato, lo reemplazó el General Flores, elegido para el período de 1839 a 1843. Cerca de finalizar su período, desconoció la Carta Política de 1835; y, convocó elecciones para una nueva convención, la que dictó la Carta Política de 1843, conocida como la “Carta de la Esclavitud” por cuanto introdujo las siguientes reformas: el Presidente de la República es elegido para 8 años, los senadores para 12 y los diputados para 8.
La expedición de la Carta Política de 1843, como la brutal represión desencadenada por el impopular gobierno que, sustentado por militares extranjeros, buscaba ahogar el sentimiento generalizado de rechazo a la mentada Carta Política, dio lugar a la gran Revolución de 6 de marzo de 1845: se constituyó un Gobierno que se integró por don José Joaquín de Olmedo, don Vicente Ramón Roca y don Diego Noboa. El Gobierno provisional y el general Flores llegaron a un acuerdo: Flores se comprometió a salir del Ecuador por un lapso mínimo de dos años; y, el Gobierno de la revolución le reconoció sus privilegios y rentas. Al citado acuerdo se lo conoce como “el Convenio de la Virginia”.
La revolución del 6 de marzo de 1845, terminó con la influencia directa de este general que no solamente ofendió a la flamante República, sino que le causó irreparable daño, ya que se lo vinculó con la muerte del General Antonio José de Sucre, vencedor en la Batalla de Pichincha el 24 de mayo de 1822, sobre fuerzas españolas; y, triunfador en la Batalla de Tarqui, el 27 de febrero de 1829, sobre tropas peruanas dirigidas por el general Lamar.
El General Flores traicionó a su Patria adoptiva el Ecuador, cuando organizó en España, con el apoyo de la Reina María Cristina, viuda de Fernando Séptimo, una expedición para reconquistar el Ecuador. La expedición fracasó por cuanto el gobierno británico confiscó los buques en 1846.
La Revolución Liberal del 5 de junio de 1895, triunfante entregó el poder supremo al General Eloy Alfaro, digno y respetable militar, que inspiró las más profundas y trascendentales reformas jurídicas y sociales en la República del Ecuador: por él se instituyó la libertad de conciencia y de culto, la educación laica, gratuita y obligatoria, se abolió la pena de muerte por delitos políticos y comunes, por obra de él se suprimieron convenios y normas mediante los cuales los tiranos habían sometido al pueblo ecuatoriano.
Este grande hombre, defensor de la soberanía nacional, fue asesinado el 28 de enero de 1912. Ni su muerte impidió la vigencia de las trascendentales reformas constantes en la Carta Política de 1897. Todas las Constituciones posteriores mantienen los innovadores preceptos.
La Revolución Juliana del 9 de julio de 1925: Jóvenes oficiales del Ejército, dentro de los cuales se destacó el mayor Idelfonso Mendoza, sustituyeron al doctor Gonzalo S. Córdova, con una Junta Militar. El anhelo revolucionario fue el de poner fin a la corrupción imperante y al predominio de grupos plutocráticos.
La Revolución Juliana sentó las bases para la contratación de la Misión Kemmerer, la que organizó el Banco Central, la Superintendencia de Bancos, y, en virtud de su eficaz concurso, se expidieron varios cuerpos legales: Ley Orgánica del Banco Central, ley de la Moneda, Ley Orgánica de Aduanas, Ley Orgánica de Hacienda, etc. La vigencia de estas leyes facilitó la recaudación de impuestos y la correcta utilización de los fondos públicos.
El desmesurado poder de hombres anónimos y de inteligencia precaria, impidieron que se destaque la importancia de las tres Revoluciones en la historia del Ecuador.