Por Hernán Patricio Orcés Salvador
Lucidez en una persona se entiende cuando se encuentra en plena capacidad de expresarse, de comunicarse con soltura, de tener una conversación con absoluta coherencia y aquello realmente admira mucho cuando se trata de quienes por el transcurso del tiempo han llegado a edades que se podría decir bastante avanzadas, sin embargo nos dan muestras muy evidentes de que el paso del tiempo no les ha afectado en absoluto.
Nos ponemos a pensar que puede ser lo que permite que en esos casos se dé esa extraordinaria lucidez y quizás creemos que a más de sus propias condiciones biológicas, a lo mejor han llevado su vida con mayor alegría, han compartido más sus relaciones sociales, se han revestido de ese espíritu de paz y de sosiego y podría ser lo que les ha ayudado a recorrer admirablemente por ese sendero, que sería un ejemplo para todos quienes avanzamos en ese camino.
Otras veces, también podemos encontrarnos con los casos opuestos, de personas que han alcanzado esas edades avanzadas, pero que realmente no demuestran ese estado de lucidez que envidiamos sanamente en otras personas y más bien nos dan a entender que se encuentran a lo mejor en un avanzado estado de senectud y desesperanza y eso si nos entristece seriamente.
Creo que también es útil para nuestra salud física, psicológica, emocional y espiritual, en primer lugar si somos creyentes en un Dios, tener una permanente comunicación con Él, para lograr una paz interior y una confianza en esa fuerza poderosa para reconfortarnos permanentemente y en segundo lugar mantenernos siempre ocupados y entretenidos, sea con actividades manuales o si somos inclinados a la lectura, la escritura, los ejercicios, es decir permanecer siempre activos.
Alguien decía: “Llegar a viejo cargado de lucidez con elocuencia y clarividencia, es la más hermosa experiencia en la relativa y amenazante decadencia”.