Por Dr. Hernán Patricio Orcés Salvador
El diálogo es el mecanismo más idóneo para solucionar las controversias. Es el medio más adecuado para ponerse de acuerdo en puntos divergentes y lograr con una apertura abierta y democrática conciliar posiciones diferentes. No es posible obstinarse en lo que un grupo piensa que sea la panacea y la verdad; debe escucharse a la otra parte e ir negociando punto por punto. No siempre se puede conseguir la totalidad de lo que se desea obtener.
Debemos poder dialogar entre esposos, hacerlo entre padres e hijos, entre amigos, en nuestro trabajo con nuestros jefes y subalternos, en la academia como profesores con nuestros alumnos y con sus autoridades, en los ministerios, en la Asamblea Nacional, en los organismos jurisdiccionales, el pueblo con sus autoridades, en fin en todos los estamentos del país y de la sociedad.
No es posible aceptar planteamientos unilaterales y extremistas que no llevan a ninguna solución. Hay que sentarse en unas mesas de diálogo, sin condicionamientos previos, con absoluta apertura y con un espíritu de civismo y de amor a la Patria y creo que se pueden lograr acuerdos definitivos y perdurables y no seguir continuando con esas actitudes de violencia y de beligerancia que no llevan a nada positivo.
Comúnmente, por diálogo entendemos el intercambio recíproco de información entre un emisor y un receptor a través de un medio oral o escrito, es decir, es una conversación entre dos interlocutores que se turnan en sus roles respectivos de emisor y de receptor de manera ordenada.
Paulo Freire decía: “La autosuficiencia es incompatible con el diálogo. Los hombres que carecen de humildad, o aquellos que la pierden, no pueden aproximarse al pueblo”.